Salud y fe
Por Ericka Murillo
Muchas veces como profesional de la salud y creyente en Dios, se me cuestiona el cómo a pesar de ver tanto dolor, tanto sufrir, muerte, enfermedad, aflicción, etc., etc... sigo creyendo.
Hoy caminando meditaba en cómo ser enfermera me ha ayudado a acercarme más hondamente al amor verdadero (Dios). Y es que, sí, definitivamente a pesar de observar y ser parte de procesos mórbidos y situaciones personales complejas, hay tanta hermosura en medio de lo comúnmente visto como gris.
Ver cómo en un proceso oncológico madre e hijo se vuelven uno, cómo ante la enfermedad terminal del padre los hijos alejados regresan y perdonan, cómo un padre abusador manifiesta su arrepentimiento a pesar de su acto años atrás, ver cómo niños en cuidado paliativo viven con más ímpetu que cualquiera, ver a una familia y acompañar a los chicos a visitar a su hermana con anencefalia quien nació días atrás y se aproxima a partir de este mundo... y así podría seguir escribiendo... pero en fin; es el desapego real que cuando se vive, da libertad. Esa raíz que sostiene al árbol cuando las hojas caen en otoño.
Cosa que no viene de nadie más que de Dios percibirlo así por mi parte, es pura gracia.
Pues bien, la mirada desde la superficie no deja ver lo asombroso de los eventos milagrosos que todos los días pasan en un hospital, clínica, empresa, consultorio y demás lugares donde nos desenvolvemos. En realidad en todo momento. Y lo entiendo no estamos acostumbrados.

Sin duda ha sido la Luz la que da el brillo suficiente para profundizar en las dinámicas humanas y el fortalecimiento espiritual de tantas personas a través, muchas veces, de la enfermedad. Ciertamente, a nadie le gusta enfermarse, no es un deseo genuino que tengamos en el común pero he visto como lo indispensable para la vida del ser humano es realmente valorado en espacios de este tipo. El atravesarlo puede tener en las vidas un antes y un después.
Recuerdo como una vez junto a una cama de hospital una persona me dijo que de no ser por esa hospitalización no hubiera podido tener tiempo para "acallarse" de su trajín diario y de sus tareas urgentes que siempre le perturbaban. En otro momento, una señora adulta mayor me comentaba que al final de su vida se daba cuenta que nunca había hecho nada por ser feliz. Preguntas profundísimas (que me cuestionaban la vida personal) sobre la existencia y la esencia de la vida misma; que dan peso a lo que es importante y da felicidad verdadera, no momentánea, que pasa ante nuestros ojos sin ser percibido a menudo.
El reconocimiento del yo ante una enfermedad, de los otros y del entorno, en muchas ocasiones fortalecen el vínculo con el Ser supremo en que se cree. Y en mi caso puntual aunque no he vivido episodios de este tipo, si con seres cercanos y usuarias de mis servicios; puedo afirmar como este escrutinio que permite la morbilidad en la vida de las personas, abre puertas hacia la trascendencia, este don maravilloso de vida más allá de esta tierra. Se puede volver entonces en un reabrir los ojos a la Verdad, al Amor mismo que da significado.
De esa forma y muy a pesar de la incompresión de las situaciones adversas y dolorosas existe un propósito, un para qué que se descubre al tiempo y puede de forma indudable resignificar los procesos atravesados de enfermedad tanto propios como de seres amados.
Les comparto esta frase que me encanta:
Como el árbol en el invierno, una vez despojado de sus hojas, muestra el tronco. Cada día vamos muriendo, como las aguas van acercándose, minuto a minuto, al mar que las ha de recibir. Que nuestra muerte cotidiana sea la que ilumine nuestras grandes determinaciones: a su luz, qué claras aparecerán las resoluciones que hemos de tomar, los sacrificios que hemos de aceptar, la perfección que hemos de abrazar. (Alberto Hurtado)
En mi quehacer diario, soy profundamente feliz en el encuentro con las personas, su divinidad, esa parte de Dios en ellos me hace palpar constantemente Su presencia. Es asombroso ver en sus ojos los Suyos, en su piel, en sus sonrisas y llanto, en sus alegrías y tristezas; y más que solo cuerpos saber que la Teología pura esta ahí, frente a mí, retratada milagrosamente en un ser humano, hecho por amor y para el amor.
Que honor y maravilla cuidar del cuerpo, alma y mente de una persona.

